Viajes

México D.F. – Capítulo 1

Ayer comencé mis seis días en el DF. 
Por temas de trabajo ayer aterricé a las 5:10 de la mañana en el aeropuerto de México D.F. tras un vuelo tranquilo en un cochambroso A340-600 de Iberia, concretamente en el «Julio Romero de Torres». Yo pensaba que todas las líneas aéreas no low-cost ya disponían para sus vuelos transoceánicos de asientos con algún sistema de entretenimiento personal a bordo. ¡Error! Iberia no renueva sus A340 desde hace la hueva de tiempo. Además, según SeatMaestro.com se suponía que el asiento 22H contaba con espacio extra para las piernas. ¡Segundo error! Clase turista completamente estándar. Por lo menos era pasillo y pude estirar por ahí los pies…
Nunca antes había volado tanto tiempo, ni en un avión tan grande. Ni con tanta gente junta apretujada… Una cosa que me gustó fue la retransmisión del despegue y del aterrizaje por las pantallas de tv de cabina, mediante una cámara situada en la cola del roplano en plan Flight Simulator. Ciertamente, en un avión tan ancho, si te sientas en los asientos centrales (entre los dos pasillos) no hay manera de ver NADA por la ventanilla, y la visión de cámara trasera al menos pone ojos a las sensaciones del estómago 🙂
Tras aterrizar, lo primero, pasar por el control migratorio. Supongo que a esas horas es normal que no haya muchos agentes de inmigración en el aeropuerto… El caso es que a las once horas y media de vuelo se le unió la hora extra en la cola de inmigración… Tras conseguir pasar por el trámite de inmigración y la posterior aduana, pues ya fui bienvenido a los Estados Unidos Mexicanos.
Primero, coger… digo… tomar un taxi. En el DF los taxis oficiales del aeropuerto son prepago. Dices en un puesto a dónde vas, te cobran y luego vas a la parada de taxi donde un controlador te indica cuál es tu taxi. Te sale algo más caro que los taxis normales, pero es más seguro. Porque el Ministerio de Asuntos Exteriores no recomienda usar los taxis «normales» que circulan por la calle, y sólo recomienda tomar taxis de paradas…
La primera impresión del país fue el atasco de las 6:20 de la mañana… Y varios detalles.
  • La total eclecticidad del parque automovilístico. Coches americanos, japoneses, coreanos y europeos conviviendo en el atasco matutino. Modernos, antiguallas, numerosos VWs Escarabajos… Diversidad total. Vehículos industriales made in USA, a lo grande… A lo muuuuy grande. Lo que en Europa se resuelve con una furgoneta chasis-caja tamaño grande, aquí se emplea una Ford F250 o F350 en cuyo capó motor puede caber, a ojo, un Fiat 500 enterito… Y camiones XXL. No sé, creo que en Europa somos algo más eficientes en cuanto a vehículo industrial…
  • La pobreza, o más bien humildad, que se observa en las manzanas y manzanas que pude ver de camino del aeropuerto al hotel, situado en la Zona Rosa (algo así como el Chueca del DF)… Sobre todo en la zona norte. Según te ibas acercando a la zona del hotel la ciudad se iba «europeizando»…
  • Numerosos carteles publicitarios pintados sobre pared blanca, que realizan esa sensación de humildad. Donde en España se usan carteles de rótulos, aquí se pintan directamente.
  • La gran contaminación permanente… En un día despejado, el cielo es gris. Por mucha boina que a veces tenemos en Madrid en invierno, no es comparable con lo que hay aquí todo el año…
La oficina está en el Paseo de la Reforma, que es algo así como el Paseo de la Castellana de Madrid, donde se concentran casi todos los rascacielos de la ciudad, el edificio de la Policía Federal, pegado a la Zona Rosa. A diez minutos andando del hotel. Por lo que me cuentan, esta zona es segura, la gente pasea por la calle, y no es normal encontrarse con jinchos por la zona. También me cuentan que a partir de cierta hora, lo que te encuentras es prostitutos homosexuales y travelos en situación provocativa, lanzándote piropos o improperios… (no sé a partir de qué hora: ayer regresé al hotel a las 20:00 y no me encontré con ninguno)
Ayer comí con algunos compañeros de la delegación mexicana de mi empresa en un restaurante peruano cercano a la oficina. Tres platos: una sopa o caldo, una pequeña ración de primer plato, y luego el principal. Por 55 pesos me tomé una sopa de papas y acelgas (papas y acelgas cocidas con el agua de cocción), un arroz a la madrileña (arroz cocido con garbanzos cocidos) y cecina de ternera con nopal y ensalada. Es decir, por aproximadamente 550 pesetas, es decir, 3,30 euros, se come razonablemente bien.
La comida estaba acompañada de jarras de té de hibisco , un refresco artesanal típico. Y bastante rico.
Mi regla rápida de conversión peso-euro pasa por nuestra querida peseta, ya que al estar los cien pesos a algo más de seis euros, y tener ya desarrollada la regla de multiplicación/division del seis por la peseta, pues así se me hace rápida la conversión: un peso son algo más de diez pesetas.
Para cenar, fui a un restaurante pegado al hotel, bastante más caro. Por unos 230 pesos (esto es, algo más de 2300 pesetas, algo más de 14 euros) cené una deliciosa ensalada de aguacate (que buena buena), y unos tacos barbacoa (pollo, arroz, brócoli, coliflor y zanahoria, con abundante salsa barbacoa y las tortillas de harina correspondientes). Y de postre unas crepas de cajeta. Para la espera, mientras me traían la comida, me trajeron unos totopos de maíz (es decir: nachos para dipear artesanales) con puré de frijoles. Y tres recipientes con salsas artesanales extra: guacamole, tomate picante y otra picante más. Que bueno el guacamole artesanal…
Por si no os habíais dado cuenta, me pirra la comida mexicana…
Echo de menos que no se cultive en España el nopal (más conocido como chumbera en nuestra tierra) para comerlo. Está exquisito. Y explotamos demasiado poco los frijoles (llamados alubias o judías en España). Una carne con puré de judías pintas tiene que estar de muerte…
Bueno, vamos a ver qué tal viene el día de hoy… Si mañana me vuelvo a despertar pronto os contaré.

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