A finales de marzo empecé a sentirme mal con lo que parecía una sinusitis con mucho moco y fiebre. Mi médico me recetó antibiótico y así me tiré casi una semana tomándomelo. El jueves y viernes Santo (1 y 2 de abril) me los tomé libres del trabajo porque no acababa yo de estar bien del todo…
Pero el lunes 4 decidí ir al médico (previa cita telefónica urgente) porque la cosa no mejoraba, sino que iba claramente a peor. Durante ese fin de semana la situación había empeorado, y el lunes no podía concentrarme para trabajar: me encontraba mal y sólo quería estar tirado en el sofá o en la cama. Al llegar mi médico me mandó directamente en ambulancia al hospital. Tenía pinta de ser neumonía por COVID.
El diagnóstico se confirmó en el hospital. Tenía el bicho. Y me estaba dando duro.
La primera semana, hasta el día 9, empezó a ser cada vez más confusa. Sé por los distintos boxes y sitios de urgencias del Hospital Universitario Infanta Sofía a los que me llevaron, sé que me subieron a planta, luego a neumología, hasta que ya perdí completamente la noción del tiempo.
Pedí un sacerdote, y la correspondiente unción de enfermos. No por miedo ni por desesperación, sino porque es lo que hay que hacer. No sabemos cuándo nos tiene el de arriba la fecha de llamada, y lo mejor siempre es estar listos y lo mejor preparados posible.
Estos días y noches tuve pesadillas recurrentes en las que no me podían dar tratamiento porque ciertos sistemas informáticos no funcionaban y era yo el único que podía darles solución… Imprescindible tener conocimientos avanzados de GIT. No estoy seguro de cuántos años de experiencia requerían en la oferta. Sólo sé que la fiebre y la hipoxia son muy malas, y su mezcla hace cosas raras en el cerebro.
Pasar de gafas de oxígeno a respiradores. Primero blanditos y amables, luego más duros y fuertes.
Creo que fue el 9 de abril cuando finalmente me bajaron a la UCI (concretamente a la URPA, que aquí en el Infanta Sofía tienen trabajando como una unidad UCI adicional covid). Sólo recuerdo haberme tomado algo de leche con galletas de la merienda y luego empezar a toser y toser intentando exprimir algo de oxígeno del aire. Y, tras un eterno traslado en camilla por el hospital, tener a todo el personal de la URPA encima, «Tranquilo, tranquilo», mientras te quitaban las cadenas, anillos, ponían vías extra en brazos, sondaban la orina, y afortunadamente te conectaban a un respirador que permitió sacar algo de oxígeno del aire.
De la mañana del diez de abril, mi cumpleaños, solo recuerdo un par de detalles aislados y momentos de breve consciencia donde los enfermeros de la UCI me felicitaron y me preguntaron por mí familia y mis hijos. Ya por la tarde usaron una tablet para que hiciese una videollamada con la familia.
Y gracias a Dios, y a la intercesión de cientos de personas que rezaban por mí (ya las que no puedo dejar de dar las gracias por todas esas muestras de cariño), fue a partir de ese momento cuando mis defensas por fin doblegaron al condenado bicho y empezó la lenta pero constante mejoría. No fue necesaria intubación ni sedación, gracias a lo cual la rehabilitación va a ser mucho más rápida.
Y lentamente, gracias a CPAPs y a ventiladores de alto flujo, volví a ser consciente de la realidad, y a alojarme a la dura rutina diaria de una UCI. No puedo dejar de dar las gracias a todos los médicos, enfermeras y auxiliares que trabajan denodadamente por el bien de los pacientes. Según sus caracteres, dan a los pacientes no solo los cuidados médicos, sino también los mimos y pequeños cariños que necesitan los pacientes conscientes para no caer en la desesperación y mantener la esperanza e ir poco a poco hacia delante. Desde aquí solo puedo darles las gracias a todos.
El día 20 de abril, tras continuar con la evolución positiva en mis niveles de oxigenación en sangre, me subieron a planta de neumología. La situación en la UCI donde me encontraba era peor que 10 días atrás, con bastantes más intubados y sedados que conscientes. Por favor, cuidaos del bicho que cuando da fuerte no es ninguna broma.
La mayor liberación de salir de la UCI es el silencio. Escuchar sólo tu monitor, saber que si algo pita en la habitación es tu saturación, o tu pulso, o tus máquinas… No la del vecino, y poder distinguirlas y estar tranquilo de que ese mareo es por las cervicales y no porque se te haya bajado la saturación al mínimo.
La vida en un hospital en tiempos de COVID es muy aburrida. No se permiten visitas. Así que lectura y móvil sin los únicos entretenimientos posibles.
En mi caso, la neumonía ha ido mejorando poquito a poquito todos los días. Actividades que causaban una gran fatiga un día, dos días después ya no cansaban tanto, y cuatro días después se sobrellevaban. Hasta que el lunes 26 de abril me retiraron la monitorización permanente. Aún seguía requiriendo oxígeno, pero no más en alto flujo.
Al día siguiente volví a ducharme (sentado, eso sí) e ir al baño por mis medios, siempre conectado al oxígeno, y aún peleando contra la fatiga. Y tras esto, pasar a estar en habitación compartida, primero con compañeros salientes que terminaban la convalecencia, luego entrantes a los que deseo la mayor de la suerte en su batalla contra esta puñetera enfermedad.
Y así, pacientemente, día tras día, a inyección de corticoides diaria, recuperar fuerzas y resuello según la neumonía va remitiendo. Afortunadamente parece que, según un TAC, el COVID no ha dejado tras de sí ningún trombo.
Y finalmente, el 2 de mayo, tras seguir retirando oxígeno progresivamente, el equipo de neumología me ha dado finalmente el alta hospitalaria sin necesidad de oxigenoterapia en domicilio. Aún queda recuperarme un poco más en casa, pero ya será otra cosa.
Solo me queda reiterar mi agradecimiento a todo el equipo médico que me ha tratado y me ha llevado por este camino, y a todos aquellos que habéis intercedido por mí curación (que sé que habéis sido muchos).
Tenemos una peregrinación pendiente.
Que alegría!! Saber que ya estás de vuelta David !!!
Javier M. me ha tenido informado de tu evolución y te he tenido en mis pobres oraciones.
Un abrazo inmenso a ti y a toda la familia
David, no sabíamos nada de tu enfermedad. Nos hemos enterado hoy, por tu reseña en redes sociales. Acabo de leer tu experiencia y te aseguro que impresiona.
Nos alegramos muchísimo de tu vuelta a casa, por tí y por tu familia.
Cuídate mucho. Un fuerte abrazo
Buenas David, que alegría más enorme. Que Dios te bendiga y te recuperes pronto completamente. Un abrazo para todos
Suerte con la rehabilitación David, yo lo pasé un año antes que tú, aunque nunca estuve en peligro.
Lo más duro para mi fueron las secuelas, que en mi caso fueron cerebrales. Era algo que no se notaba en el día a día, pero siendo deportista mental de élite, a la hora de competir sí se notaba. Pasé una primavera y verano horribles temiéndome que mi carrera había acabado.
Los microcoágulos o como se llamen te pueden haber afectado a cualquier sitio, algunos le dan en las piernas, otros en los brazos, a ti pueden haberte dejado secuelas en cualquier sitio. Pero lo único que te puedo decir es que tengas paciencia, que con nuestra edad aun tendrás una recuperación completa. Si ves que no eres capaz de estructurar un programa como antes no te desesperes, practica y acabará volviendo. Un abrazo.