Creía saber español. Es más, pensaba que los otros cuarenta millones de españoles también lo sabían, y ahora ando desconcertada.
Esta semana han sacado los obispos un documento en el que analizan la crisis de la familia que se inició en los años 50 a partir del famoso informe Kinsey, que quiso ser la puerta de la llamada «revolución sexual».
Los prelados están viendo – todos estamos padeciendo – el drama de que una de cada dos parejas se rompe, los hijos se crían a caballo de varias casas y a veces sin padres, se multiplican los trastornos de personalidad en los menores y los periódicos se llenan de noticias de malos tratos y abusos sexuales entre los miembros de las propias familias.
La Iglesia ha levantado la voz para denunciar la separación del sexo y del amor, el egoísmo, latibieza de los políticos en las ayudas económicas, el cinismo electoral de anteponer «modelos familiares alternativos» a la urgencia evidente de ayudar a quienes luchan denodadamente por sacar adelante a sus familias.
Había recibido el texto, lo había leído y me había parecido sabio, pertinente y valiente. Decía cosas que nadie se atreve a decir, por ejemplo, que el lobby homosexual quiere hacer suyos, comoprivilegios, derechos familiares que no le corresponden y que son propios de quienes constituyen una unión basada en un compromiso estable, capaz de proporcionar a los hijos un padre y una madre, una educación y una compañía estable hasta la edad adulta.
Bueno, pues a media semana me desayuno con titulares de una pulgada y el siguienteporte: «Gaspar Llamazares dice que la Conferencia Episcopal exculpa a los maltratadores»… «Ana María Pérez del Camplo, presidenta de la Federación de Mujeres Maltratadas afirma que la doctrina católica es el origen de la cultura de la violencia de género porque coloca a la mujer como sierva en lugar de igual»… «La CEAPA denuncia que la Iglesia Católica transmitirá sus contravaloresa todos los alumnos el próximo mes de septiembre» (refiriéndose a la nueva asignaturavoluntaria de religión). No salía de mi asombro. ¿No saben leer? ¿No entienden el castellano?
A las primeras reacciones de IU y de estas asociaciones de izquierdas seguían las de Zapatero, pero también las del PP, en la persona de Zaplana, diciendo que los malos tratos no provienen de la revolución sexual y que no podían estar de acuerdo con los obispos. Aquí la explicación me parece más sencilla: ni uno ni otro habrían leído el documento episcopal, que no hace semejante simplificación, y ambos reaccionaban a los resúmenes de prensa y a las notas de sus asesores.
Lo que me alarma es que un sector de la sociedad, preocupado por un problema que sólo un ciego mental puede no ver, emita un documento seriamente pensado sobre algo que nos afecta a todos y la reacción sea tan zafia, tan tosca. Se puede discrepar, añadir datos. Proponer soluciones alternativas. Pero, señor Llamazares, señora Pérez del Campo, el sufrimiento está ahí, el problema se extiende. ¿Qué hacemos? ¿Qué proponen ustedes? ¿Lapidar a los obispos?
Lo siento, yo tampoco he podido contenerme. Pero es que, como ya sabemos, las verdades como un templo hay que publicarlas a los cuatro vientos. Sin acritud 😉