Unos decían que salir a la calle, cierto 13 de marzo, en plena jornada de reflexión, era un ejercicio de democracia. Que eso no podía ser considerado un ataque a la misma. Se ve que ahora, cuando otros salen a la calle, resulta que eso ya no es democracia.
Según algunos, la Iglesia Católica intenta manipular a la sociedad a su antojo. Yo lo que veo es que, en este aspecto, hay una amplia parte de la sociedad que no está de acuerdo con lo que se ha hecho. No sé cómo será de mayoritaria (el fenómeno de las avenidas crecientes o menguantes me tiene estupefacto todavía, y ante tanto baile de cifras de la manifestación del 18-J sólo puedo decir que éramos muchos), pero ya hay más de un millón de firmas legalizadas para la iniciativa legislativa popular… Eso también es democracia, le pese a quien le pese.
Se afirma que, los que no estamos de acuerdo con la ley, queremos imponer nuestra postura. Solo por informar, y para que se diga lo que no es: el Foro español de las familias está pidiendo un Referendum, a la suiza, acerca del tema. Y que decida el pueblo (no los políticos, o el lobby gay, o los fachas de mierda que andan despendolados últimamente).
Y si el pueblo decide que los gays pueden casarse, y pueden adoptar, adelante. Los que no estamos de acuerdo no tendremos ninguna legitimidad democrática. Podremos seguir pensando, como pensamos, que a la larga esta decisión será mala para todos. Los que estén de acuerdo con la ley podrán pensar lo contrario. Eso es lo maravilloso de la democracia.
Lo que no se debe hacer es cambiar leyes fundamentales que legislan la convivencia sin un consenso adecuado. Se genera crispación, y se echa de menos el prometido talante. Sobre todo cuando Z-0 recibe y habla con algunos, pero no con otros…