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Sobre la crispación

Desgraciadamente, ciertas personas continúan identificando sus opciones políticas con el bien… Y las contrarias con el mal.

Considero que demonizar al que no piensa como uno es extremadamente peligroso. Se generan odios, que pueden degenerar en violencia.

Ver el panorama político nacional es descorazonador. Personajes de tebeo que manipulan la realidad a su antojo, cada uno arrimando el ascua a su sardina, o mintiendo descaradamente con la seguridad de que sus co-partidarios les creerán a pie juntillas (ante la mirada atónita de los del polo opuesto).

Quizá sea un utópico (o quizá gilipollas) al pensar que aún estamos a tiempo para evitar pasar a mayores… Los extremismos no me gustan, aunque sé que según muchos debo ser un extremista… Pero creo que no soy un fanático: me gusta entender al otro, o al menos intentarlo.

Veo a los que no piensan como yo, y en lugar de ignorarles o (como hacen muchos) insultarles, leo lo que dicen, y procuro ver por qué lo dicen. Respeto a las personas porque tengo la esperanza de que todos estamos buscando que las cosas en el mundo vayan bien (que todos vivamos felices y contentos).

Creo que ponerse en el lugar del otro es un ejercicio muy recomendable, que hace que al otro se le caigan los cuernos (o la esvástica) a la hora de mirarle.

En lugar de tirarnos los trastos a la cabeza para imponer nuestra visión del mundo, ¿no podríamos recoger las opiniones existentes y debatirlas desde un punto de vista tranquilo y abierto a la verdad objetiva.

Sobre este asunto, me ha llamado poderosamente la atención los comentarios de los periódicos frente al Sr. Aquilino Polaino: todo el mundo opinaba, pero nadie parecía haber leído lo que dijo. Y si uno se para a leer lo que dijo, ve que en ningún momento dice que los homosexuales sean unos degenerados, o que sus padres eran unos alcohólicos y tal y cual… Simplemente dijo que, de los homosexuales que han acudido a su consulta por voluntad propia, un porcentaje tal le pasaba esto y otro porcentaje cual le pasaba aquello otro. ¿Eso es ser retrógrado, reaccionario, de ideas caducas? ¡Coño! ¡Eso era ser científico!

En resumidas cuentas: se echa de menos un escepticismo saludable en cuanto a las ideas políticas (y, por qué no, morales), y el tan manido talante (pero no sólo en el gobierno, sino en el pueblo en general).

Como ponía en una pequeña pancarta de la manifestación del 18-J, que se me quedó grabada: «ZIENTO PENA».

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