Colaboraciones, política

¿Está Neo despertándose de Mátrix?

A continuación reproduzco un texto escrito por mi amigo Alonso Muñoz Pérez, sobre el campamento de la Puerta del Sol. Aunque no estoy, en algunos detalles, completamente de acuerdo con él, creo que da un toque de atención sobre ciertas ideas que se están proclamando.

¿Está Neo despertándose de Mátrix?
Sobre el campamento de la Puerta del Sol

Hay dos cosas positivas en la concentración de la puerta del Sol de Madrid. La primera es que no sabemos exactamente de qué se trata ni a qué atenernos. Es decir, si hubiera sido claramente una iniciativa del Partido Comunista, de Zapatero o de los Tercios Carlistas, no estaríamos discutiendo ni habrían ido las cámaras a grabar. El segundo elemento positivo es que independientemente de lo que propongan o de quién pueda estar detrás (alentando) o delante (beneficiándose) está sirviendo de canalizador del monumental estado de malestar que tenemos viviendo en el maravilloso Estado del Bienestar.

Pero en política y en derecho (a diferencia de los juicios morales) las buenas intenciones no bastan para justificar lo que se hace (la mitad de los totalitarios asesinos tienen muy buenas intenciones) y las incertidumbres duran poco, porque hay que definirse a través de los actos y las palabras. Y son éstas las que nos tienen que dar los elementos para juzgar objetivamente. He aquí el manifiesto hasta ahora aprobado por la asamblea general de los acampados. Terminan diciendo “Lo queremos todo, lo queremos ahora”. ¿Quién no podría estar de acuerdo?

Pues para empezar, Hannah Arendt, (vid. Sobre la revolución) que distingue entre buscar la libertad o la liberación, siendo la primera una reivindicación de un espacio público donde concurren ciudadanos con derechos personales asegurados mientras la segunda aspira a resolver la –mal llamada– cuestión social. Es la diferencia entre la Revolución americana de 1776 y la Francesa de 1789. La primera era política, destinada a crear instituciones republicanas sólidas que permitieran la libertad política, social y personal de los ciudadanos. La segunda pretendió resolver casi todos los problemas del universo mundo: la religión, el hambre, los conflictos morales, la fraternidad sentimental, la igualdad real, etc… La primera sigue siendo la república democrática más antigua con la constitución más duradera (y breve) del mundo. La segunda sigue siendo… Perdón, la segunda Revolución acabó con un cabo corso enrolando a medio millón de campesinos y delincuentes franceses para saquear y destruir Europa (y en el proceso arruinar y destruir Francia). Del juramento del juego de pelota al Imperio francés de Napoleón hay un hilo de Ariadna muy sólido.

Si es verdad, como se señala (El Mundo, “La Asamblea de Sol se pone como objetivo cambiar la ley electoral”, 19 de may. de 2011) que piden el derecho a “una vivienda digna, papeles para todos los seres humanos, alquiler social universal, que el Estado administre las viviendas con más de diez años en desuso, además de la abolición de: la ley de extranjería, Bolonia, la ley Sinde y la antitabaco”, tienen un lio monumental en la cabeza. O más bien, no. Más bien tienen las cosas demasiado claras. Como se dice en el manifiesto: “Lo queremos todo, lo queremos ahora”. No cabe duda dónde hay que clasificar a este movimiento: Liberty 0 – Libération 1.

La Puerta del Sol adolece de los males que acompañan a España desde la Guerra de Independencia: mucha energía, nada de cabeza. Seguimos siendo pollos (decimonónicos) sin cabeza: corremos y erramos igualmente. A todos les parece evidente que hay que pedir más. A nadie se le ocurre que al revés, nuestro querido sistema estatal lo que nos impide y prohíbe es dar. Él ya da por nosotros (pues es más sabio y conoce todas las necesidades del prójimo mejor) y mete la mano en nuestro bolsillo, en nuestra familia e incluso, en nuestra vida sexual (niños incluidos). Esta falta de posibilidad de dar libremente al bien común es la tesis del pensador alemán Sloterdijk, (cfr. el artículo aparecido en Razón Española, “La revolución de la mano dadivosa”) cuando afirma que impuestos y ciudadanía son mutuamente excluyentes. Que el Impuesto sobre la Renta es una expropiación que mantiene la cleptocracia de Estado. Que casi la mitad de nuestro trabajo se va a las arcas del Estado (puede calcular cuándo empieza a trabajar para sí mismo y su familia aquí). Que no ha habido ningún régimen político que expropie tanta riqueza y con tanta eficacia de sus súbditos. Y –lo peor de todo- eso genera la mentalidad que piensa como posible y deseable “que todos vivan a costa de todos” (F. Bastiat, La ley) donde estemos contentos, y sin darnos cuenta, vivir en un “Estado servil” con vidas proletarizadas (H. Belloc, El Estado servil lo advirtió perfectamente ¡a principios del s. XX!) o  dentro de una sociedad controlada a través de la uniformización laboral y el consumo (A. Del Noce, Agonía de la sociedad opulenta). Puerta del Sol: Eso, que el Estado imprima más papelitos para que suban los salarios y el consumo, que reparta viviendas gratis y que siga en su política eficaz de empleo (más trabajadores públicos y enchufados del partido). Habrá que ir a gastárselo rapidito, porque, como sin duda saben los peticionarios de Sol (y Luna y Tierra, y “¡lo queremos todo!”): la inflación permanente hace que nuestra riqueza real sea cada vez menor (el proceso de creación de dinero de la nada aquí). Pero no deja de ser sino un magnífico mundo donde podemos estar liberados para, para… el supermercado (M. Houellebecq, El mundo como supermercado). Bueno, no exageremos: liberados para el “yo no soy tonto”.

Comentaba el intelectual católico Augusto del Noce en 1968 sobre el Mayo francés: “los extremistas quieren ir más allá del aburguesado partido comunista y rechazan ser instrumentalizados. Su eslogan es <> […] No hay necesidad de insistir demasiado sobre la necesidad en la que el movimiento está prisionero; como para los primeros fascistas, no hay otra posibilidad política para los rebeldes, excepto la de unirse con una de las fuerzas del sistema, pero no ya en calidad de guías, sino de instrumentos. En la unidad de las izquierdas tendrán la función de guardias de asalto y gastadores. Dejar a otros las tareas subversivas, apoyar, presentarse sucesivamente como principio de orden, lograr el control son las mejores ocasiones para el partido comunista. […] Si la nueva generación ha sido sensible a argumentos, sustancialmente infantiles, se debe a la falta de una cultura verdaderamente seria y adecuada, apta para guiarlos en sus elecciones […]. Los intelectuales deben tomar conciencia de que la “revolución estudiantil” no ha sido un episodio de carnaval, sino un signo providencial para concienciarles de su responsabilidad; y si la oposición debe ser férrea con respecto a las imposiciones y a las propuestas que no dependen más que de la tentación totalitaria, sin embargo, debe ser distinta la actitud con respecto a la genuina, aunque confusa, incomodidad moral” (Agonía…, p. 62). Cuarenta años después, los hijos de los que mandan ahora (los jóvenes del mayo del 68) vuelven a repetir la misma historia (Cayo Lara, IU: “Mi hija ha pasado la noche entre los acampados”). Eso significa que en cuarenta años seguimos en el mismo sitio: genuina incomodidad moral, tentación estatista, falta de criterio cultural y de verdaderos pensadores (con excepciones como Dalmacio Negro).

¿Indignación? Stephane Hessel es un estatista de larga tradición. Incluso se pone como mérito el haber participado en la redacción de la Declaración de Derechos Humanos. En primer lugar, él no pintó nada real en semejante documento (ver el artículo de García Domínguez en Libertad Digital). En segundo lugar, eso sólo le pone dentro de la camarilla estatisto-socialdemócrata que desde finales de la segunda guerra mundial (o guerra civil europea 1914-1945) gobierna. ¿Indignarse? Si acaso me quedo con el Stolz (orgullo, dignidad) de Sloterdijk, ciertamente criticable, pero sin duda bastante más serio que el típico discurso abuelocebolletista de la izquierda más conservadora. Indignarse es simplemente reactivo y acaba por medirse con lo que pretende erradicar, convirtióndose así en una reproducción del sistema. El sistema no es tan tonto como para no afianzar su legitimidad previendo lo anti-sistémico (como parte del sistema). Este es el mecanismo del ciclo de la violencia mimética tan bien descrito por R. Girard (vid. Veo a Satán caer como el relámpago).

Como dice el Arquitecto de Mátrix: “eres el producto de una anomalía, que a pesar de mis denodados esfuerzos no he sido capaz de suprimir de esta armonía de precisión matemática. Aunque sigues siendo una incomodidad que evito con frecuencia, eres previsible. Y no escapas a unas medidas de control que te han conducido inexorablemente… aquí.[…] Si no se regulan aquellos que rechazan el programa, aunque sean una minoría, constituirán una creciente probabilidad de desastre”.

En España no hay libertad educativa (monopolio estatal de iure y de facto), no hay “libertad  de vivienda” (el derecho urbanístico estatal es la causa del alto precio de la vivienda), no hay libertad económica (pues no hay libertad de propiedad donde el Estado zorro se lleva la mitad de los huevos de las gallinas) y por último no hay libertad colectiva o política, pues el Estado consigue que nos aislemos en nuestra pequeña vida privada.

Pero entonces, si la Puerta del Sol es un cul-de-sac, ¿qué hacemos? ¿qué solución alternativa hay? No lo sé. Pero seguro que pasa por la Puerta del Pensamiento y lejos de reprogramar Mátrix. No sirve a mucho la indignación anti-Mátrix (prevista por el sistema). Mejor la dignidad de hacer serena y cordialmente algo nuevo, fuera de Mátrix (sin dejarse condicionar ni positiva ni negativamente por el Estado). Pero eso, no se puede afrontar seriamente en tres páginas, so pena de entrar por otra puerta en el asambleísmo solar (y lunar) del kilómetro cero.

¿Neo despertándose de Mátrix? No creo. Como mucho, los acampados sienten el dolor de “una astilla clavada en su mente” (Morfeo dixit). Pero está claro que si los de Sol piden más Estado, o sea, más líneas de programación de Mátrix, para arreglar los problemas generados por el Estado (y por sus millones de líneas de BOE-programación que en jerga estatal se llaman constituciones, leyes, reglamentos, órdenes ministeriales, formularios, trámites, permisos, licencias, controles, aduanas, etc… y sus en vez de programadores, funcionarios) entonces es que siguen en 1968. Y así, ¿qué puede ser la puerta del Sol –muy a su pesar y en el mejor de los casos- sino una rebelión del agente Smith contra sí mismo?

Alonso Muñoz Pérez

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